Este fue un fin de semana en donde no tuvimos fútbol nacional y en donde podría haber escrito acerca del fracaso de la Selección Sub 20, de nuestra política de inferiores o del cómo los Clubes y la Federación están tapando a nuestros cadetes. Sin embargo, no sé por qué recordé la Palomita de Poy. Mientras me acordaba, pensaba: ¿qué gol de algún chileno se podría transformar en leyenda? En mi no tan corta vida he podido apreciar goles importantes para la Selección. Mi repaso tuvo respuestas tales como: Salas en Wembley a Inglaterra -por dejar mudo a un estadio completo con esa obra de arte-; el gol del Coto Sierra a Camerún, que nos da el paso a la segunda ronda de un mundial después de tantos años; el gol de Fernando Cornejo de tiro libre en Argentina que nos permitió rescatar un hermoso empate en Buenos Aires; y el gol de Beausejour contra Honduras por todo lo que significaba lograr marcar en una cita mundialista y que los tres puntos se quedaran con la Selección. Probablemente haya olvidado varios, con distintas relevancias para cada uno, pero me quedo con uno que no he podido olvidar por su trascendencia.
Para mí el gol que se podría transformar en una leyenda nace un 15 de octubre de 2008. Un joven ariete que en ese entonces militaba en Audax Italiano debutaba en la Selección con la gran responsabilidad de reemplazar a un suspendido Alexis Sánchez. En la soledad de mi pieza en la casa de mis papás me acosté a ver el partido. Al día siguiente tenía prueba en la Universidad y no por eso iba a dejar de ver un partido de Clasificatorias. No le habíamos ganado nunca a Argentina y uno siempre espera que los triunfos morales vayan quedando atrás. Ese día esperaba cambiar el “jugamos como nunca y perdimos como siempre” por un “por primera vez le ganamos a Argentina en Clasificatorias y le ganamos jugando bien”
En algún minuto lo conversábamos con compañeros del colegio y prometíamos juntarnos cada 15 de octubre a hacer un asado y repasar el gol paso a paso. Esto hasta el día de hoy no ha pasado. Pero nunca es tarde para poder reconocer este tipo de éxitos. Si el gol de Aldo Pedro Poy trasciende hasta el día de hoy, ¿por qué no recordar a Orellana como un gol histórico más allá del apodo que en su entonces le pusieron los periodistas deportivos? ¿Por qué no contarles a mis hijos que los 15 de octubre se celebra el término de un triunfo moral y sentarme con ellos a ver el partido completo? Gracias, Histórico.
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