El partido excluyente y que convoca la mayor atención del país se juega este domingo. De este tipo de enfrentamientos hay cosas que ya sabemos, está en juego: el honor, los tres puntos más importantes del torneo y la inmortalidad de uno y que otro jugador. Por lo anterior se entiende que la mayoría de los que han estado presentes en un clásico estén de acuerdo en que son enfrentamientos para ganar como sea. En la semana ya lo dijo el arquero de Colo- Colo, Justo Villar: “En un clásico uno prefiere jugar mal y ganar que jugar bien y perder”. Este ímpetu victorioso le garantiza a los espectadores intensidad dentro de la cancha, pero ¿qué pasa con ver una expresión de fútbol atractiva?
En el ultimo Superclásico argentino, jugado hace poco, no fue posible ver un fútbol vistoso porque la cancha estaba inundada, lo que si sobro fue pierna fuerte y dinámica, por consiguiente, intensidad. El tema es que no alcanza con solo desborde de energía, el otrora mejor clásico del mundo no paso de lo mediocre y eso se explica por la ausencia de buen trato del balón. El problema aquí está en la interpretación, la palabra clásico en estos magnos eventos se utiliza en su acepción de tradicional, pero no basta con que sea antiguo para emocionarse. Si queremos ver un partido deslumbrante de verdad tenemos que pensar en lo clásico como algo digno de imitación, de una clase superior que trasciende en el tiempo por su alta calidad. A un superclásico tenemos que reclamarle excelencia.
En el pasado se han visto partidos épicos entre Colo-Colo y la Universidad de Chile, clásicos que todos recuerdan: el banderín de Espina, la semifinal con el equipo de Borghi, la corrida de Barrios; la tripleta de Salas, Rivarola y su goku colgando de la reja, el 5-0 con Sampaoli. En esos encuentros, además de las situaciones pintorescas, relucía el buen manejo del balón y brillaban las individualidades, entonces se nos entregaba un espectáculo vibrante y digno de guardar en los recuerdos.
El contexto actual puede ofrecernos un superclásico memorable. Chocan los dos mejores equipos del campeonato, Colo-Colo es el arco menos batido y la U de Chile el plantel más goleador, y ambos cuentan con potencial futbolístico de considerable nivel. El factor tabla, también lo convierte en un partido definitorio, si gana la U queda ocho puntos arriba de los albos a seis fechas del término del torneo, en cambio un triunfo del cacique lo pondría a dos puntos del puntero azul. Una zaga solida, un medio campo de buen pie y un Paredes inspirado medirán fuerzas con un arquero solido, vértigo de la mitad para arriba y la contundencia ofensiva comandada por Canales. La previa esta divertida, ojala la fiesta no defraude.
Aunque no todo es optimismo. No puedo dejar de mencionar la vergonzosa venta de entradas que experimentó el hincha colocolino este lunes en el Monumental. A la irrisoria venta de entradas por internet (caída del sistema) de la empresa ticket-express, ahora le sumamos la caótica venta en el propio estadio. Colados, mal tipeo de los tickets y lo más repudiable: carabineros golpeando a mansalva con palos a los hinchas, eso fue parte de la organización montada en el Monumental.
Volvamos a los blancos y los azules. Si fuera un partido cualquiera, la U. de Chile llegaría por su posición en la tabla como favorita al domingo, pero existe un factor importante a tener en cuenta, Colo-Colo no pierde con su archirrival de local desde septiembre del 2001. Creo que ante fuerzas tan parejas el partido se gana desde lo táctico, sin descartar tampoco alguna jugada “de otro partido”. Visiones hay muchas. Estratégicamente hablando la U podría, perfectamente, salir a especular ya que le favorece el empate o Colo-Colo podría salirse de su mesura e ir con todo. La última decisión está en las cabezas de Lasarte y Tapia, así que en vez de caer en tantos pronósticos como pasa con la mayoría de los periodistas-meteorólogos deportivos, mejor alistémonos, que el superclásico promete.
