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Una historia para contar

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Chile vs. Argentina

La Copa América finalizó y por fin Chile pudo gritar campeón. La Selección mostró un fútbol moderno, de presión, de posesión y de efectividad goleadora, algo a lo que no estábamos acostumbrados pero que pareciera ser cada vez más natural en el juego de Chile. Atrás quedaron los triunfos morales o aquella mentalidad en donde la derrota parecía ser tan latente que terminaba convenciéndonos de aquello. El jugador chileno cambió, juega de igual manera ante la adversidad. Pareciera que hay algo más que el fútbol que los tiene parados, que nadie quiere salir, que todos quieren estar.

El día sábado despertamos temprano. Fuimos a buscar a nuestros amigos que venían de Buenos Aires y que venían exclusivamente al estadio. Los recibimos con algunos vinos y empanadas, para que la hostilidad se sintiera hasta en la comida. Nadie escondía los nervios durante las horas previas al partido. Tener prendido el televisor no ayudó de mucho, ya que la ansiedad de cada comensal comenzó a aumentar de gran manera. El recuerdo de Orellana se hacía cada vez más latente. ¿Cómo ganarle a Argentina? nos preguntábamos todos a la hora de almuerzo. Nadie se atrevía a jugársela con un resultado. El pensamiento era común: el partido iba a estar muy parejo por lo que ha demostrado Chile y por lo que significan los jugadores que tiene la albiceleste.

No compré el abono a la Copa América. Hubo ciertas circunstancias que me llevaron a tomar aquella decisión. Chile contra Ecuador lo vi en casa junto a mi señora, mi cuñada y la Coté. Tuve entradas para ese partido pero se las regalé a Diego (mi hermano que estaba pronto a cumplir 13 años) para que fuera al estadio con mi hermano Tomás. El pequeño recién está formando su historia futbolística, y ese recuerdo será un precedente para lo que vea en adelante. Para el partido de Chile contra México estuve en una comida donde el tema pasó a segundo plano, pues el partido siempre fue más importante, por lo que nos conseguimos en el instante un data para poder verlo. Chile contra Bolivia lo vimos en la casa de mis padres, luego de una triste noticia en un día de reflexión. La madre de la Suli había decidido partir ese día en la mañana, pero Chile nos regalaba algo de alegría con un partido casi perfecto. Chile contra Uruguay lo vi con Diego. Los dos en el departamento, mientras mi padre estaba en el estadio. Para Chile contra Perú, Yuyú con Nico nos invitaron a su departamento, donde una pequeña Magdalena nos recibía con una camiseta que al parecer se transformó en una cábala. Sólo quedaba la final. Llegó mi cuñada, mis suegros y dos grandes amigos que venían llegando de un viaje en el extranjero, David y la Coté (la misma que también llegó para el partido inaugural de la Copa). Durante un mes el fútbol se transformó en un punto común de reunión, de compartir y de sentir todos una alegría cuando algún tiro se transformaba en gol.

Se acercaban las cinco de la tarde. Todos comentábamos la inclusión del Gato Silva de central por derecha, moviendo a Gary a central por izquierda. La inclusión de Beausejour como lateral izquierdo. Jugadores que pocos minutos tuvieron en la Copa pero que terminaron siendo titulares en la final del torneo. Nadie cuestionó las decisiones al cuerpo técnico. Ellos más que nadie parecían que tenían la fórmula para sacar esto adelante. La confianza en ellos parecía ser absoluta. El grupo se vio más unido que nunca, y al parecer el discurso del amor por los colores y el amateurismo parecía haber hecho efecto. La herida del mundial estaba latente y este grupo tenía que tomarse la revancha en casa. Nos pusimos en posición para ver el partido. Un primer tiempo trabado en donde Messi fue anulado por Charles Aránguiz y por Gary Medel, a mi juicio los dos mejores jugadores de la Selección en esta Copa. Sufrimos con el cabezazo de Agüero y de alguna manera vi que Vargas agarraba bien una pelota que finalmente mandó a las nubes. El empate parecía ser lo más justo. Carcuro se quejó del arbitraje como lo hacíamos hace diez o quince años atrás. Para mí el colombiano no tuvo nada que ver en el partido. El triunfo estaba ahí, en la puerta del horno. Sólo había que hacer el gol. Terminando el primer tiempo sólo pensé que el que hacía el gol, cerraba el partido. Muy difícil iba a ser poder tener un resultado más abultado que un 1-0. Mientras rellenábamos algunos vasos, que a esas alturas ya se encontraban vacíos, los equipos vuelven a la cancha. Todo el tiempo parecía pasar muy rápido. La lectura del entretiempo iba a ser fundamental y probablemente el equipo que lo hiciera mejor se quedaría con el triunfo. Al menos eso comentábamos. Chile salió más agresivo, parecía que tenía más ganas, más piernas, más corazón y más empuje. Vi a muchos jugadores argentinos que parecía no tuvieran ganas o como dijo alguna vez Sergio Markarián raramente nerviosos.

Es en ese entonces cuando hay una jugada que se transforma en un punto de inflexión en la jornada. Alexis Sánchez agarra una pelota de volea en el minuto 80 que pasa muy cerca del palo derecho del arco sur defendido por Romero. A esas alturas, los nervios, la emoción nos jugaba a todos en contra. Los gritos habían ido en aumento y no queríamos que la fiesta la bailaran otros en nuestra casa. Es en esa misma jugada cuando en un accidente mi señora se corta el párpado. Por primera vez dejé de ver un partido de definición. Fui a la farmacia corriendo por la mitad de Pedro de Valdivia. No había nadie en la calle, nadie. Sólo escuchaba los gritos de la gente recriminando acciones que en ese minuto sólo podía imaginar. Nunca había estado en la calle para un partido con tanta convocatoria. Volví al departamento y luego de tratar de sanar y cerrar la herida (sin éxito) envié mensajes a algunos amigos, quienes me recomendaron ir a la clínica. La Selección había pasado a otro plano, pero podíamos sentir lo que se había provocado en el ambiente. Nos subimos a un taxi cuando el partido estaba en el segundo tiempo del alargue. Mientras íbamos camino a la clínica le pedíamos al taxista que subiera la radio, que todos queríamos escuchar qué iba a pasar, que Chile iba a hacer historia. Escuchamos que Matías Fernández había tirado un tremendo penal mientras ingresábamos a la Costanera Norte, que Messi había convertido de buena manera, que Romero toca el penal convertido por Vidal, que Higuaín la manda a las nubes, que Aránguiz (como es ya casi una costumbre) convertía con gran técnica, que Bravo le había atajado el penal a Banega y que Alexis Sánchez tenía que definir la tanda. Es en ese minuto cuando llegamos a la clínica. Justo había un televisor en los estacionamientos. El taxista dejó el auto botado y se bajó con nosotros, en la mitad de Manquehue Norte. Alexis convertía, la Copa se quedaba en casa y la alegría de miles de personas ya se empezaba a notar en todos lados.

Esta generación de futbolistas ya es histórica. Gracias Bielsa por haber cambiado la mentalidad. Gracias Sampaoli por consolidar un trabajo de años para llevarnos a esto. Gracias jugadores. Gracias trabajadores de la Federación, de esos que no se ven. Gracias al hincha de la Selección que tanto critiqué, porque el sábado sí estuvo y sí se hizo sentir. Gracias fútbol. Gracias a las enfermeras, a los taxistas, al tipo de la farmacia y a todos aquellos que no vieron el partido junto a sus seres queridos, pero que estuvieron ahí viendo cómo se iba escribiendo la historia. A pesar de lo que pasó, yo sí estuve en todo momento con parte de los que más quiero. Dos grandes amigos nos acompañaron hasta el final en esta aventura. Estuvieron hasta las últimas con nosotros sabiendo que no es la misma emoción ver los penales repetidos una y otra vez cuando ya sabes el resultado. Gracias también a David y a la Coté.

Pero estas son cosas que pasan y justo ese día nos ocurrió a nosotros. Andrea, mi señora, era la más triste por haberse perdido la emoción del momento. Hasta el día de hoy me comenta que no puede creer que nos hayamos perdido aquel momento. La entiendo profundamente, es parte del fútbol. Yo no salté, no lloré, pero sentí una alegría en lo profundo por el fútbol chileno y sé que los que estábamos ahí también. Sólo debo advertir que cuando nuestros hijos nos pregunten dónde estábamos para este momento histórico, su papá no les va a mentir. Amor, el fútbol nos dará una revancha y más temprano que tarde, volveremos a gritar Chile campeón.

Cristóbal Barrios @cbarriossantos


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